Por Daniel San Román, especialista en marketing.
Muchas veces los marketeros pensamos que porque decimos más palabras en inglés o tecnicismos “cools” estamos haciendo mejor nuestro trabajo. Yo confieso haber visto a colegas regodearse, casi con lujuria, al soltar la última palabra de moda que se acaba de decir en Cannes sin otra intención que demostrar que está al día más que en sumar algo a la conversación. He presenciado como, más de una vez, colegas han creído que exponiendo a “lo-Jobs” o “lo-TED” tienen la mitad del concepto entregado. Decir “Budget” en lugar de presupuesto, “key” por clave o “know how” en lugar de conocimiento honestamente, en mi opinión, no tiene sentido.
En un medio donde se trabaja manejando discursos y amoldando la comunicación es casi imposible no lidiar con el ego y la imperativa necesidad de qué todos (los marketeros) se crean un producto y que vean su ropa como si fuese un packaging. Puede ser que esté errado, para muchos debe ser así, pero no creo en las reuniones de Networking, en los affter office con colegas que no conozco, ni en la habilidad crupier de repartir tarjetas a personas a diestra y siniestra porque “nunca se sabe”. En lo que sí creo es que al final lo que importa es lo que uno consigue y construye con la marca que le toca hacer brillar.
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No hay término “in english” que disimule el estado moribundo de una marca, ni networking tan potente que despercuda el olor a miseria de la ineficiencia. Soy un convencido –desde hace mucho- que manejar cifras de tu negocio y el mercado impresiona 50 veces más que un “tailor made”. Soy un ferviente defensor que la eficiencia, esa que te dice que con menos se consigue más, es el mejor talento de un ejecutivo de marketing.
No considero como marketero a cualquiera que no ha estado en el campo desde hace más de 3 años. Si no está manejando una marca y un presupuesto para mí es un teórico que más allá de reflexionar desde tecnicismos está olvidando una variable que hoy día a día evoluciona más rápido que nunca: el consumidor. Así un marketero que está lejos del consumidor, no es marketero sino simplemente un observador teórico documentado.
Al final de toda la parafernalia el marketing, creo, sigue concentrándose en el mismo precepto básico: conocer y entender a tu cliente para poder ofrecerle una solución. Podemos ponerle a esto todos los anglicismos que queramos y las diapositivas que nos plazcan pero mil veces valdrá más pasar treinta minutos con un cliente que reflexionar desde un FODA.
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