No es novedad que con el acelerado avance de la tecnología se estén rompiendo paradigmas que parecían eternos. Entre ellos, uno de los más importantes, son los nuevos perfiles que adoptan los nuevos padres de ahora, y es que, a diferencia de hace unos 10 años, en donde encontrábamos los clásicos padres trabajadores y las típicas madres amas de casa, ahora estos perfiles se vuelven cada vez más difusos.
La llegada de los milleanials a la etapa de la paternidad está creando nuevos modelos y perfiles, desde las profesiones de vanguardia hasta los pasatiempos más excéntricos. Esta nueva generación de padres se consolida como libre y más cercana a sus hijos.
La brecha entre los jóvenes de 25 años y los de 35 años en cuanto a consumo y actividades se hace cada vez más estrecha. Encontramos que el 95% de los padres han comprado zapatillas o calzado deportivo en los últimos 12 meses, de la mis manera el 93% de ellos compró jeans casuales. Entonces encontramos a nuevos padres que ya no optan por el clásico pack pantalones, zapatos y corbatas, sino un padre joven que no ha cambiado su consumo con la llegada de los hijos y entre ese consumo se encuentra todo lo relativo a video juegos.
Según datos de la Federación Europea de Software Interactivo la media del jugador actual de video juegos es de 35 años donde muchos de ellos comenzaron a ser padres desde los 25 años y ahora, pasado los años, se encuentran con hijos fanáticos del mismo pasatiempo que también disfrutaron años atrás.
Estos nuevos padres crecieron rodeados de consolas como el Super Nintendo o PlayStation y muchos siguen consumiéndolos pero con nuevos nombres, diseños y potencia, como lo es el Wii o la Playstation 4. Y son ahora estos mismos productos tecnológicos, con nuevos nombres, los que crean y recrean el mundo de imaginación donde ahora sueñan y juegan los hijos. Los video juegos proporcionando diversión y comunicación al mismo tiempo, ya que no solo se juega sino se conversa sobre la dificultad de algún nivel o jefe final, de lo bueno o malo de los gráficos, de las decisiones que se tienen que tomar como equipo para completar alguna misión o el rol en la historia que cada uno desempeñará y todo esto genera un espacio donde la inteligencia emocional puede emerger y uno como padre, pueda enseñarles a dominarlo, por ejemplo cuando las cosas no salen como uno quiere o enseñarle formas de trabajar y comportarse cuando se juega en equipo, así como controlar la frustración cuando se pierde contra un rival, etc…
Al compartir tiempo con nuestros hijos en estas actividades, se está dando un refuerzo positivo que no solo valida ese mundo interior, si no que además, se está mostrando intereses en lo que es importante para ellos. Ya no se trata tan solo de dejarlos con la consola de video juegos prendida (práctica muy usada actualmente por padres más tradicionales) para que estos cumplan el rol de una “niñera cibernética” que los distraiga mientras uno lee el periódico o se dedica a otras actividades, sino involucrarse activamente en esta actividad.
Esto último no es algo específico de los videojuegos, pero se debe tomar en cuenta que los hijos son más inteligentes de lo que se piensa, ellos entienden la diferencia entre los momentos en los que uno finge intereses y los que uno esta auténticamente comprometido. Que más un padre y su hijo donde ambos disfrutan seriamente un pasatiempo en común y son esos momentos los que disfrutan más y quedarán como gratos recuerdos para toda la vida.