Por: Pilar Bermúdez Núñez, Consumer Insights GfK Perú.
Hoy día, muchas empresas encuentran situaciones en las que detectan oportunidades para innovar; pero se enfrentan a un escenario en el cual pesa más la certeza de hacer las cosas como se han hecho siempre. Resulta tan cotidiana esta situación, que imagine alguna de las últimas reuniones de su Comité: alguien levanta la voz y lanza su “big idea”. Con mucho entusiasmo espera que sus palabras logren transmitir su pensamiento y cerrar con un “vamos a hacerlo”. Sin embargo, generalmente termina con una castración de ideas, que se materializa en “eso ya se hizo antes y no funcionó”, “cuáles son los datos que te sustentan”, o un más cortés “lo vemos luego”. Al final, algo que nació como una visión clara para el líder innovador, termina dilapidada y archivada; pero, peor aún, termina minando la capacidad creativa del innovador y contagiando al resto de la empresa, fortaleciéndose el régimen consuetudinario que “nos ha permitido llegar hasta aquí”.
Todo esto, contrasta con las empresas que comentan sobre sus nuevos procesos agiles, basados en metodologías de diseño. Se convierten en referentes e inspiración para que otras empresas reconsideren su estrategia. Sin duda, estas transformaciones son plausibles; pero a su vez, invitan a pensar si se ha acompañado con un cambio real al interior de las mismas. Con esto, refiero a que no solamente la comunicación o creación de un departamento, puede hablar de innovación; más si, la creación del ecosistema necesario, para que las variables estructurales que garantizan el éxito de ésta nueva cultura se hagan presenten: los líderes al interior de la empresa aceptan las opiniones divergentes, la voz del consumidor –que además no siempre dice lo que se quiere escuchar- y la aceptación del fracaso como motor para el éxito.
Así, en el mundo de los negocios hoy empiezan a convivir dos maneras diferentes para enfrentar los retos y que se encuentran en justa lid por ganar su territorio. Sin embargo, las posibilidades de un ganador exclusivo son bajas y aumentan las de convergencia de lo mejor de cada una de las maneras de pensar: conviven las reglas existentes, la intuición y el saber-hacer que los líderes han ganado con el tiempo y que les ha permitido afrontar cambios de manera positiva; con maneras disruptivas de pensar y con pretensiones de romper el status-quo.
Finalmente, las empresas que reconozcan a los equipos innovadores, al líder que ha levantado su idea en la reunión y le incentivan a tener nuevas ideas y detonar en pequeños proyectos, lo que conlleva a generar procesos iterativos con libertad que abrazan el cambio; serán ganadoras; pero al mismo tiempo esta misma empresa debe estar en capacidad de reconocer su historia, sus métodos y tener una introspección concienzuda. De esta forma, el éxito aumentará para aquellas que reconociendo el camino recorrido hasta hoy son capaces de aprender y reinventarse para enfrentar nuevas rutas, haciendo la mejor sinergia entre la innovación y la experiencia.
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