Por Juan Luis Arteaga.
Aunque parezca perogrullada: Existe cierta legitimidad que otorga la palabra escrita. El nombrar las cosas, declararlas, les da vida. Nombrar es crear, en cierta forma.
Este libro no es una obra revolucionaria: No está cargado por una pluma prodigiosa ni lanza ideas nunca antes exploradas. Al contrario, está lleno de esas cosas que el sentido común, la experiencia, el conocimiento o la introspección te han hecho intuir en algún momento. Cosas que todos deberíamos estar haciendo o discutiendo, pero que, muchas veces, se quedan en el cajón trasero de la mente. Verlas escritas te hace más consciente de su importancia y, más aún, de su utilidad (que ni es lo mismo, ni va de la mano siempre).
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Todos parecemos coincidir en que la construcción de equipos y sociedades sólidas y valientes es una de las claves del progreso. Que, para ello, el empoderamiento es insumo medular. Que el avanzar a punta de aventuras imperfectas, pero ejecutadas es tanto o más valioso que la construcción de maravillas teóricas que no ven el Sol…
Si eso ya se sabe, entonces, ¿por qué un mundo con este libro es un mundo mejor que sin él? Creo que porque aporta a darte cuenta de que personas con las mismas inquietudes y con visiones similares a la tuya logró una transformación exitosa de la realidad. Porque la experiencia registrada contribuye a que escapes de las dudas y saltes hacia adelante.
En resumen, porque, después de él, es probable que fortalezca la confianza en que sabes que sabes lo que sabes.
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